¡Qué obsesión que me agarró estos días!
De pronto, una tarde que iba al trabajo en el colectivo, me
asaltó el pensamiento de que todos nos vamos a morir. Y no fue algo lejano,
algo para lo que falta mucho aún, como suelen serlo esas figuraciones. No. Fue
la realidad, cayéndome de golpe como una piedra, la tremenda realidad de que
hoy puedo estar acá, y mañana en la morgue. No importa si soy joven o no, sana
o no, qué hago de mi vida, ni tampoco si tengo o no proyectos que concluir. Si
me muero me muero, no hay vuelta atrás, el mundo sigue girando sin mí, y yo… ¿Y
yo? ¿A dónde voy yo? Sí, bueno la materia no se crea ni se destruye, y quizá en
mil años una pequeñísima parte de mi ADN va a estar en el pasto que una vaca
transgénica se va a comer. Perfecto, no tengo problema. Pero, ¿Qué va a pasar
con mi mente? ¿Qué va a pasar con mis pensamientos, con mi forma de ver el
mundo, con mi “esencia”? ¿Tengo alguna clase de alma, o soy solamente una
casualidad, una “concatenación de átomos”, un accidente de la naturaleza? ¿Qué va a pasar con mi risa, si no llego a
tener hijos, o nietos que la imiten? ¿Qué va a pasar con esta vocación de
escribir que tengo? ¿Mi alma, se va a asomar entre las palabras, tímida y
frágil como la flor del diente de león? ¿Llegará a tocar a alguien esta mezcla
de letras que fuimos inventando para poder hacer magia?
El olvido me va a llegar, sí, a todos les llega y está bien.
Puedo con el olvido, si creo que tengo un alma que va a estar en algún lado.
¿Cómo son los momentos previos a la muerte? ¿Es como
dormirse? ¿Se va dando cuenta uno de que ya no puede escaparle a la Parca con
sus dedos crujientes? ¿Cómo y cuándo va a ser mi muerte? ¿Será horrible,
trágica, apacible? ¿La elegiré? No sé nada, pero sé que en algún momento va a
pasar, y estoy aterrada de que ese momento pueda ser mañana, o esta misma
noche, y que me agarre desprevenida, sin perdón y con rencores acumulados.
Tengo tantas preguntas que desearía que no se me hubieran
ocurrido pero que quiero responder, tantas dudas que me asaltan y me dan pánico…
¡No quiero morirme! ¡No quiero! Quiero seguir en este mundo, y quiero reír,
llorar, hacer el amor, bailar, gritar… Quiero sentirme revuelta por las
emociones de la vida, sola o acompañada, quiero seguir viviendo.
¿Por qué tenemos que morirnos?
No lo voy a saber nunca, hasta que llegue mi propio momento
de revelación: el momento en que deje de existir. Quizá, ni siquiera entonces
pueda responderlo.